Hace 13 años que se marchó, después de haber pasado juntos una tarde de viernes, nos despedimos para ir a dormir y en el momento de acostarse, falleció. Todo fue muy rápido y sin posibilidad de hacer nada, fue un infarto que paró su corazón en seco, para siempre. Y ahí nos quedamos mi madre y yo, en su cama, sin separarnos de su cuerpo, sin dar crédito a lo que estaba sucediendo. Después empezaron un montón de sucesos de los que no eres consciente, decisiones que tienes que tomar en un estado de shock absoluto, preguntas, llamadas, médicos y un largo etcétera de situaciones que en ese momento te parecen surrealistas completamente.
Tardé un año, en retomar mi vida, sin embargo, ha sido el gran año de aprendizaje, descubrí el yoga, la meditación, el silencio, el encuentro conmigo misma, y a partir de ahí comenzó mi transformación. La muerte es mi gran maestra de vida.
Aprendí a vivir sin él, sin su cuerpo físico, sin embargo, él vive en mí, porque hay una parte de mí que es él, le recuerdo cada día, sé que está conmigo y sé que donde está, es muy feliz. Y ahora sé, que la muerte forma parte de la vida, que en algún momento nos volveremos a encontrar y que el motor que mueve nuestro cuerpo, no nace y nunca muere, eso es nuestra alma.
Muere lo que nace, nuestro cuerpo físico; Nuestra alma, permanece para siempre.
Por eso, ocúpate de tu alma, de tu interior, de tener la vida que quieres, de conectar con lo que permanece y deja de Pre-ocuparte por el exterior, por lo físico, lo material, porque eso se queda.
Que la certeza de la muerte te inspire para tener una vida plena y consciente. Amén.