En el mundo occidental tendemos a relacionar la palabra espiritual con religión, también puede ser que imaginemos a una personas aislada que vive en el Himalaya y se pasa toda la vida meditando o quizá alguien tipo la Madre Teresa o San Juan de Dios que entregaron su vida al cuidado de los más desfavorecidos.
Nada de esto define la espiritualidad y sin embargo, en todos se encuentra, ya que la dimensión espiritual es genuinamente humana. Tod@s somos seres espirituales. Y así lo
demuestran las preguntas que nos hacemos a lo largo de nuestra existencia, ¿Quién soy? ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Dejaré un buen legado para ser recordado cuando abandoné mi
cuerpo? ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy?
Existen tres dimensiones de la espiritualidad (P. Speck)
1. La capacidad para transcender de lo material
2. Los fines y valores últimos
3. El significado existencial del ser humano
Estas tres dimensiones únicamente aparecen si el ser humano permite que así sea. Si alguien nunca, durante su paso por la vida, se plantea ninguna de estas cuestiones, habrá anulado el
lado espiritual y disfrutará de una vida llena de superficialidades sin centrarse en lo que realmente somos. Esto está bien, es una elección válida, pero al final, vivir así, produce
sentimiento de vacío e insatisfacción.
El camino espiritual no se recorre de manera fácil, no es algo rápido, un subidón de energía que te conecta con maestros, gurúes o te dota de super poderes, sino que es un proceso de
autoconciencia mediante el cual, reconocemos nuestra identidad profunda.
El camino requiere de coraje, para descubrir, integrar y transcender lo que somos en esencia. Va más allá de lo religioso, ya que no se basa en credos y dogmas. La espiritualidad apunta
directamente a tu yo íntimo.
Mayoritariamente las personas descubren o se hacen conscientes de esta dimensión, cuando están en momentos críticos de la vida, normalmente por enfermedades o porque sienten que
se acerca el final de la experiencia humana. En ese momento hay un clic, algo cambia en nosotros y comenzamos a buscar el sentido de nuestra vida, que alguien nos valide si ha sido
útil nuestro paso por aquí. Empiezan las preguntas, los silencios… porque no hay respuestas y es entonces cuando aparecen las respuestas, en el propio silencio, cuando te quedas sol@
contigo, te desnudas íntimamente y descubres que hay algo más allá de tu cuerpo físico, algo que te mueve, que te habla, algo que sale desde lo más profundo de ti, de tu SER.
Esta dimensión siempre está disponible para nosotr@s, lo ideal es utilizarla antes de llegar a momentos críticos, donde quizá no hay margen de tiempo para la acción, y permitir que sea
ella, la que dirija nuestros pasos en la vida, ya que ella (alma, espíritu) sabe qué es exactamente lo que necesita para evolucionar. Soltar el control de la mente, el culto a nuestro
cuerpo en exceso, la dependencia material y todas las cosas que nos entretienen para impedir ver lo que de verdad somos, es el reto al que nos encontramos en nuestros días.
No hay que elegir, es cuestión de integrar y de encontrar el equilibrio, poniendo nuestra mente y cuerpo al servicio de nuestra alma, sólo así conseguiremos evolucionar individual y
colectivamente como sociedad. “La espiritualidad se caracteriza por ciertos valores identificables en relación hacia uno mismo, los otros, la naturaleza, la vida y hacia todo aquello que uno considera como último…Es lo que da propósito, sentido y esperanza y provee una conexión vital” Summer, C (1998).
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